martes, 18 de enero de 2011

Costa de Marfil

EL ESCRITOR TIERNO MONÉNEMBO OPINA SOBRE LA CRISIS DE COSTA DE MARFIL. Traducción artículo íntegro

de Grupoafrica Cultura Africana, el jueves, 13 de enero de 2011 a las 12:41

Tierno Monénembo, escritor guineano, Prix Renaudot 2008 por "Le Roi de Kahel"

LA RECOLONIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS de Tierno Monénembo.

Pobre África, ayer, se le imponían sus dictadores, hoy, le eligen sus “demócratas”. Los raperos, esos Prévert de los nuevos tiempos, han inventado un neologismo que hace furor de un lado a otro del continente: la democrature.

Entiéndase como ese sistema híbrido ( la cara de la democracia, el cuerpo diabólico de la dictadura) que tiene el don de desencadenar las pasiones y aumentar la confusión.

Quién ha ganado las elecciones en Costa de Marfil, quien las ha perdido en Guinea. Esta cuestión que parece incendiar el universo no tiene ningún sentido en los barrios de Conakry y de Abidjan donde, sea el año bueno o malo, la vida política no tendrá nunca otro régimen, que la falta, ni otra ley que esta: “todo lo que no es obligatorio está prohibido” citando las famosas palabras de Léon Campo. Allí, prefieren, por experiencia las malas elecciones a las guerras civiles bien resueltas. ¡Más valen, incluso Bokassa y Mobutu, que los dramas de Liberia o Sierra Leona!

¡La bestia humana se habitúa al infierno del despotismo, pero nunca a las masacres a la ruandesa!

Los demonios de la violencia y de la angustian asaltan de nuevo Costa de Marfil. Como en el 2000 el país va a partirse en dos, va a arder como la paja, nadie puede ya impedirlo. ¿De quién es la culpa? Del mundo entero y primero y sobre todo, de esa comunidad internacional que nunca está mejor en su papel que cuando reaviva los incendios que se supone que vigila.

Formalmente, esta “máquina”, tras la cual se esconden las grandes garras de Estados Unidos y de la Unión Europea, no pesa más que lo que pesa un árbitro. Su rol se limita a prevenir los conflictos y a proponer una solución negociada en aquellos que se convierten en inevitables.

Ninguna circunstancia excepcional le permite desbordar ese marco. Esto es al menos lo que creían los neófitos, los hechiceros de la diplomacia a los que nunca les faltan argumentos para justificar lo injustificable.

Digámoslo claramente: La ONU no es quien para decidir quien es elegido y quien no a la cabeza de un país ( el tema ivoriano cuenta poco en este caso). Haciéndolo se excede en sus derechos, cosa que le pasa de vez en cuando. Hasta el punto de que tras el lenguaje quedo de sus diplomáticos, se distingue el ruido de las botas coloniales.

En la forma en la que Barack Obama, Nicolas Sarkozy o Ban Ki-moon, tratan al pobre Lauren Gbagbo, cree uno volver a ver a Gosier-d’Oiseau (celebre personaje de “Viejos negros y la medalla”, novela del Camerunés Ferdinand Oyono) transpirar bajo su casco gritándole a sus negros en una plantación de Oubangui-Chari.

No apoyamos a Luaren Gbagbo, nos contentamos con recordar un principio. Por otra parte, en el apestado Abidjan no necesita nuestro apoyo. La arrogancia de las cancillerías y la histeria de los medios trabajan para él. La demonización de la que es objeto ha acabado por hacerlo simpático a los ojos de sus peores detractores. "A force de jeter une grenouille de plus en plus loin, on finit par la jeter dans une mare", dice un proverbio peul…

No denunciamos tampoco la elección de Alassane Ouattara (estamos convencidos de que psicológica y técnicamente, está mejor preparado que ninguno de los otros candidatos para gobernar). Decimos simplemente que el rol de la comunidad internacional, no debería volver a tomar posiciones partidistas ni prodigarse en declaraciones intempestivas, sobre todo ahora, en una situación tan explosiva como la de Costa de Marfil.

¿Por qué el desafío y la amenaza de un castigo ahí, donde la discreción, la astucia, la prudencia y el tacto, el arte de la diplomacia, habrían sido suficientes?

No vamos a descubrir a los geopolíticos de oficio que Costa de Marfil es piedra angular en la región y que si zozobra puede empujar a sus vecinos, mientras que Guinea prueba una peligrosa experiencia democrática y Al Qaida en el Magreb Islámico, tiene sus santuarios en Burkina Faso o Mali.

La situación pinta hasta tal punto inquietante que flota sobre la región un rumor tribal lleno de amenazas para el futuro: todo salvo un Dioula al poder en Abidjan. Todo salvo un Peul en el poder en Conakry.

Merece Costa de Marfil arder por los deseos de sus estadistas o por la bella cara de Laurent Gbagbo o Alassane Ouattara. ¡No, seguramente no! Henri Konan Bédié, Laurent Gbagbo, Alassane Ouattara, qué diferencia hay?Forman el maléfico trío que ha arruinado el país de Houphouët-Boigny.

En Bédié, el veneno de la “ivoridad”, en Ouattara, el de la secesión, en Gbagbo el de la confiscación del poder. Cada uno de los caïds ha mostrado hasta qué punto estaban dispuestos a sacrificar su patria en beneficio de su poder personal. Desde este punto de vista, no tienen nada de excepcional.

La casi totalidad de los jefes de estado africanos, están en el poder tras un golpe sangriento o una elección fraudulenta. Una ley no escrita permite a cada uno matar, robar y hacer trampos para llegar al poder. La novedad, son los escrúpulos con los que los grandes de este mundo lo observan. Congo, Rwanda, Somalia, hasta aquí han alentado los fraudes y los golpes. Han cerrado los ojos a las peores atrocidades según sus intereses.

El jaleo que se ha formado en torno a Ouattara es tal que se convierte en sospechoso. ¿Qué quiere salvar la comunidad internacional, entonces: a Costa de Marfil o a uno de sus protegidos?

Outtara y Gbogbo son los lobos-gemelos de la política de Costa de Marfil. La misma tez, la misma sonrisa carnicera, el mismo peso electoral (uno controlando la Comisión Electoral y el otro la Corte Suprema). Hay entre ellos una diferencia de talla: el carnet de direcciones. En el mundo mezquino corrupto que es el nuestro, sin lugar para las formulas mágicas, este juguete es suficiente para acceder a los más secretos perfumes.

Antiguo director adjunto del Fondo Monetario Internacional, Ouattara se encuentra en el corazón de la compleja red que gobierna este mundo, mientras que Gbagbo, modesto profesor de historia, salvo un breve exilio en París, no ha salido jamás de casa. Este pequeño detalle explica mejor que todos (los largos couplets por la democracia por ejemplo) por qué una simple elección africana ha tomado una dimensión mundial.

¡La aldea global está bonita y bien ahí: el planeta de los colegas y los pícaros!

Y sus leyes se aplican en todas partes tanto en Costa de Marfil como en la vecina Guinea donde Alpha Condé, el presidente electo es amigo de los presidentes africanos y antiguo habitual de los ministerios parisinos.

“No me veo suspendiendo estas elecciones”, afirma el nuevo presidente guineano al día siguiente de la primera vuelta en la que estaba cerca de 25 puntos por detrás de su oponente. No creía quiere decir: Las elecciones se prolongaron durante cinco meses, el tiempo necesario, sin duda, para que el buen candidato esté preparado con la llave, la quema de la Comisión Nacional Electoral Independiente, les robos de los ficheros informáticos, todo seguido de una verdadera limpieza étnica.

No hay ninguna encuesta y los sortilegios jurados de la comunidad internacional no tendrán nada que decir. Para confirmar esto que todo el mundo sabe ya: para ser elegido en África, es necesario mojarse la camisa. Con un poco de suerte y algunos amigos bien colocados en la ONU, la Casa Blanca, el Eliseo o en el Quai d’Orsay, puedes estar seguro de superar al menos el 18%.

Tierno Monénembo, escritor guineano, Prix Renaudot 2008 pour "Le Roi de Kahel" (Seuil)Article aparecido en la edición de 04.01.11.

Traducido por grupoafrica el 10 de enero de 2011.

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